¿Es Dios nuestro homicida?
Por R. A. Ramírez Báez
A Orly
I
Posee el Poeta unos ojos místicos para ver lo que el ojo común apenas interpreta por una alianza mecánica entre parpados y pestañas.
Tiene el Poeta una elevadísima sensibilidad que lo arrastra a los designios más trágicos de la existencia humana. ¿Cómo se explicaría que Homero escribió La Ilíada y La Odisea ciego?; Milton dictó su Paraíso Perdido ya ciego a una sobrina;
Borges, ciego y sereno, esculpió el verso con tal misticismo que construyó un monumento mítico; nuestro Balaguer en La Venda Transparente pudo, desde las tinieblas palaciegas, hacer del verso una elegía a la soledad del poder; Vamilki, ciego y poseído de la magia hindú decía que sentía el rumor de las hormigas caminar por pies descalzo cuando hacia un ritual sagrado del verso.
Al perder la vista, el alma del Poeta desprende una luz; se despoja de esas tiniebla que cubre el espíritu. En el Poeta ciego se hilvanan esas fisuras del alma para dar paso a un haz de luz anuncia el verso. ¿Qué sucede cuando el alma de un Poeta no arroja luz? Los caminos son varios pero conducen a un único estuario. ¡El suicidio!
Paso revista a la tragedia. Elijo al azar aquellos que la Barca de Caronte deposita en mi memoria.
Piotr Ilich Chaikovski, autor de El lago de los cisnes se enamoró de un apuesto joven de la Corte del zar Nicolás II; éste le dijo la próxima semana tiene usted que morir. El genial compositor no tuvo reparo: optó por el suicidio. No buscó el alma del genial artista otros ojos para ver la realidad. Primero la depresión, luego ingirió una sustancia química letal.
Maiakovki, poeta, dramaturgo, y avezado caricaturista al no ver sus obras puestas en escena por los abusos de Stalin, y luego al saber que había sido contagiado por sífilis, buscó una salida poética: se dio un tiro en la cabeza.
Seguei Yesenin, el más genial de todos los poetas bucólicas de la Revolución de Octubre, ni encontró el amor en la famosa bailarina Isadora Duncan ni en los brazos del poeta Marendoff, tampoco en la nieta de Tostoi, Sofía Tolstoya. Al no encontrar el amor ni en pechos pródigos de Sofía ni en los brazos ya fríos de su amigo el poeta Marendoff, se cortó las venas en el hotel Asturias de San Petersburgo.
Nadie como el suicida tiene más excusa a la mano. Y es que cuando hablo de suicidios no dejo de observar aquel ya famoso y trágico cuadro Edouard Manet:
El suicidio 1 que reza: es el acto por el que un individuo, deliberadamente, se provoca la muerte a sí mismo.
Pienso que toda muerte es un homicidio: nuestro HOMICIDA por excelencia el mismo Dios. Descarto toda muerte NATURAL porque irónicamente donde existe la muerte, irrevocablemente, existe la presencia hegemónica de un suicida.
Creo que el homicidio es una lucha brutal ente el YO y el Otro cuyo resultado no le deja al AMO más que una salida: darle paso al homicida para que haga su obra maestra: El crimen. De ahí –como diría Sartre- el crimen es la belleza en su estado más puro. Por eso, el suicida muere feliz porque ha realizado obra maestra. Y si es Poeta muere rumbo al podio de la eternidad. La Gloria.
Sin que sea un Dr. Jorge Piña creo que la depresión es el primer escenario de un drama trágico que se llama Suicidio. La depresión es apenas un agente catalizador que estimula a dejar a la posteridad esa obra maestra que pacta con dos viejos aliados: el crimen y suicidio.
¡Sólo nuestro poeta Orlando Alcántara puede darnos su veredicto.
II
¿Quién detiene mi Waterloo?
Por ahí Julio Ramírez me hizo llegar a título personal unos juicios tan bien hilvanados que temo que mi opinión al respecto quede en el pretil de todo cuanto intento expresar.
En la novela Oliver Twist, Charles Dickens certifica: La primera ley de la naturaleza es la de conservación.
El dramaturgo, Emmanuel Peña lanzo unos párrafos que parecen sacados de una fuente repleta del más elaborado juicio que esclarece la violencia sospesada durante el suicidio. De ahí que ambos intelectuales, Ramírez y Peña lanzan por separados a una misma diana. La distinguida Liebi Ng nos ha escalecido nuestros planteamientos, vistos naturalmente, desde esas primicias que solemos lanzar al ruedo los artistas, sin a veces sospesar que podríamos ser leídos y a veces valorados por la serenidad y sapiencia de alguien que observa nuestros juicios en ese espejo reto donde reflejamos argumentos sacados, quizás, con pinzas místicas, Ahí es donde prefiero que sea Julio Ramírez que exponga aquellos ideas expresadas hacia mí a título personal.
Cuando apelo a la ceguera de celebres artistas lo hago por la más deliberada intención de hacer notar que la ceguera no es muro del alma prodiga del artista para ocultar las fisuras del alma, ni grietas en el espíritu.
El suicida pierde de manera brutal las reglas de la primera ley conservación como si un instinto cortara de tajo las fibras sensibles para dar paso a la separación irrevocable entre vida y muerte. Descarto que un suicida pase balance a la conciencia.
De hacerlo apelaría a Augusto Roa Bastos. “Todo aquel que conoce su verdad intima termina por avergonzarse”. De ahí que el suicida vea su vida, su existencia y logros en un espejo roto. En ese espejo solo despeja o intenta ver el luminoso camino de la Gloria.
Toda sensibilidad en extremo termina por ser una demolición confesa de esa alianza veleidosa de los sentidos y la conciencia. Ahí es donde comienzo a elaborar esa ceguera subliminal que se apodera de aquel momento cuando el suicida tiene en sus manos la espada insistente del individualismo para poner en escena, como por ahí he dicho, su obra maestra: El suicidio.
No es que hable con conocimiento de causa pero sí siento la dictadura insoslayable de aquel OTRO que libra sus grandes batallas con el YO. Hasta ahora ambos aliados, milagrosamente, han detenido mi Waterloo.
III
El rostro: ¿espejo del suicidio?
Hay quienes persisten y así, lo creen que el ojo, ese ovulo mágico que nace apareado, sirve para mirar la
maravilla, y lo trágico de la realidad. Otros atribuyen cualidad imprescindible, tal que afirma que al desprendernos de la magia y la versatilidad del ojo, el mundo se reduciría a sombras. No han faltado, los que como el arquitecto Gustavo Calatrava han hecho del ojo su obra emblemática. Ha diseminado el genial arquitecto un ojo no en lugares estratégicos del planeta sino donde, misteriosamente. le da una versatilidad arquitectónica que deja a la posteridad un legado: el ojo posee su misterio, esta vez de ser visto con vida propia fuera de la conjura del rostro humano.
Esa simetría visual con que el rostro hace manifiesto de propiedad absoluta de juegos casuísticos, precisamente, demuestra un escenario patético: la confabulación de la conjura de los sentidos y la conciencia. Y, el rostro no es mas que el delta donde el ojo honra el merito de lo superficial; salta de una orbita, sin atesorar los huecos del alma. Salta de la memoria aquel cuento de Borges, El Simulacro donde un ojo que jamás estuvo en los linderos del rostro, ni al alcance del Otro, pudo descodificar un misterio: la falsedad que nos vende el ojo de la realidad.
Deja bastante a la especulación aquellos juicios de Virginia Woolf en que describe que el ojo no es buscador tesoro ni instrumento sensato pare ver el mundo que nos rodea. Inserta la escritora de Las olas un detonante mágico que nos hace ver el ojo como una esfera mística. Suele decirse que a través del ojo, Woolf buscó un mundo que solo ella pudo ver en aquel mundo donde la soledad erigió un monumento a esa nostalgia que siente el artista cuando ve al mundo despojado de los entuertos de la realidad. Woolf, se llenó los bolsillos de piedras; su ojo, fijo y atormentado despojo su alma de la túnica del cuerpo y la artista caminó con pasos de seda a la profundidad del lago Ouse; dejó una nota a su marido: “He sido feliz, a ti debo toda la felicidad del mundo”.
Necesita el suicidio en un escenario donde puede poner en escena su obra. El Suicidio de Lucrecia, versión del pintor francés Jean Francois de Troy no recuerda la tragedia pasional que motivó la fundación de la República en Roma, sucedió que Sexto Tarquino, hijo del rey descubre que su esposa le es infiel y decide vengarse de la burla de su consorte en la inocencia de Lucrecia y la viola con brutalidad, entonces ella se siente en la absurda obligación de salvar su honor quitándose la vida con un puñal. La obra sensual por excelencia, nos muestra unos hermosos senos apuntados por un cuchillo afilado y largo como un falo, listo para penetrar un pecho terso y tibio. Una mujer desnuda que se entrega al juego predilecto del juicio configura en su rostro su atrevida imagen seductora.
La eternidad no deja de tener el mas vivo y provocativo destello de esa veleidad tango arrastra el suicidio al podio mas alto de la Gloria. Atribúyase al ojo la pasión por lo sensual, el voluptuosidad con que intenta llenar con apuro los huecos del alma. De ser llenado una porción los resultados danzan en el escenario más predilecto: la vanidad, esa vieja aliada del ojo cuando danza sobre el valle de una realidad que ajusta la falsa creencia de verlo todo.
El rostro es testimonio insobornable donde el suicida que concentra la conjura de los sentidos a lo largo del túnel de la conciencia. Por ahí oí que el rostro jamás no traiciona su amo. ¿De qué y quién es amo el suicida? De un pedazo que el mismo se acredita de la posteridad. Y, el rostro nunca deja de ser una solicita configuración de lo mas provocativo de la sorpresa; y a menudo, el perfecto destello del morbo. Todo morbo es simulacro confeso de la vanidad. Asumo que el suicida es vanidoso por excelencia y su rostro refleja la autenticidad del testamento: el suicida insta a que su rostro sea la imagen más simulada que pueda esculpir la muerte como prueba del delito.
A ese ojo que tantos elogios puso Woolf en boca de su personaje Orlando, hizo fidelidad intima a la artista: el fue puente para que ella viese un mundo fuera de ese Otro ojo que alquila un espacio en el más enigmático edificio del cuerpo humano: el rostro.
» Magistral…!!!
Thans/Grcias!
GUSTAVO CALATRAVA ?,
The correct name is.
Santiago Calatrava
A medida que leo y pienso que se busca una justificación para el acto en Orly, lo voy encontrando desprotegido, y solo así, sin defensas ocurrió lo postergado por muchos años; lo que desde un principio había de suceder
¿porque acaso no es muerte el nacimiento en sí, cuando comenzamos a pudrirnos en este planeta cuyo objetivo es ser de tierra?
¿acaso no cae la flor y empieza su degradación, apenas se separa del lecho vital que es su madre y su leche?
Cierto es que cuando Orly cayó en la tierra y se volvió terrenal terminó su misión espiritual,
y yo creo amigo, que él lo sabía.
A medida que leo y pienso que se busca una justificación para el acto en Orly, lo voy encontrando desprotegido, y solo así, sin defensas ocurrió lo postergado por muchos años; lo que desde un principio había de suceder
¿porque acaso no es muerte el nacimiento en sí, cuando comenzamos a pudrirnos en este planeta cuyo objetivo es ser de tierra?
¿acaso no cae la flor y empieza su degradación, apenas se separa del lecho vital que es su madre y su leche?
Cierto es que cuando Orly cayó en la tierra y se volvió terrenal terminó su misión espiritual,
y yo creo amigo, que él lo sabía.
I think you hit a buslyele there fellas!